Propósitos de año nuevo. Intentar o hacer…
El intentar es solo un preámbulo. Cuando hay decisión y compromiso, uno hace o no hace.
Cada año nuevo empieza con una energía positiva desbordante que nos lleva a pedir deseos o mejor, a establecer propósitos que parecen una “machera”, lo último en guaracha.
Nos sentimos tan emprendedores, tan espirituales y tan aventureros que Bill Gates, Dalai lama y el Cazador de cocodrilos nos quedan pendejos.
Pero debemos admitir que somos o muy descarados o muy inocentes, porque si fuéramos más sinceros y/o suspicaces podríamos dilucidar que en resumidas cuentas estos “nuevos propósitos” son los mismos que vehementemente nos hemos establecido año tras año.
Y que son los mismos que todo el mundo establece para sentirse un poco mejor frente a la grotesca realidad de que el 80% de estos fervorosos deseos se quedan sin cumplir cada año.
A esto es lo que yo llamo: Un muletazo mental.
Nadie dice que ponerse metas sea un desatino; por el contrario, sabemos que toda gran hazaña comienza con un deseo ardiente y, además, el ponernos metas siempre nos da una sensación de importancia y de dominio sobre nuestras vidas.
La fe que le ponemos a cada propósito nos hace sentir que el universo está en la obligación de confabular a nuestro favor; porque es que tanta lenteja, tanta estregada con jabón azul y tanto sahumerio no pueden ser en vano.
Sin embargo, con todo y lo efectivo que esto pueda ser, para que el “universo” deje de hacernos inocentadas cada año, hay que comprometerse.
Sí, hacer un compromiso que implique algo más que ir cada enero a donde la señora del tabaco o las cartas para que nos haga el hechizo para el mal de ojo, enamorar y retener a la pareja y atraer el dinero, cosa que puede considerarse otro acto de inusitada ingenuidad o zanganería si tenemos en cuenta que casi siempre, la señora es tuerta, soltera y pobre.
Aunque las intenciones son buenas conductoras de energía positiva y querer cambiar las cosas que consideramos negativas e innecesarias en nuestras vidas podría ser el primer paso para obtenerlo, todos sabemos que si un deseo no está acompañado de una decisión concienzuda, seguida de una acción contundente, no cambia nada.
Alguien dijo “aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia” y eso ilustra la responsabilidad que tenemos como constructores de nuestra existencia.
Ciertamente es mucho más fácil quedarse bajo lo sombra de lo que pudo ser y sencillamente no fue porque” no convenía”, o arroparse con la cómoda frase “conste que lo intenté”, o más fatídico aún, dejarle la tarea a la “divina providencia” y si algo no sucede echarle la culpa a ella.
Aunque suene demasiado nefasto, el intentar es solo un preámbulo. Cuando hay decisión y compromiso uno hace o no hace. Si desde el principio nos programamos para intentar cumplir nuestros propósitos de año nuevo, encontraremos excusas, largas paradas, y hasta caminos de regreso, pero si nos mentalizamos en hacerlo obtendremos resultados.
Y los resultados por muy “malos” que hayan sido, al menos darán las pautas para las correcciones pertinentes a fin de establecer un nuevo punto de partida. Pero la inactividad a lo mucho dará nos remordimiento y esa escatológica sensación de “Y si lo hubiera hecho…”
No importa cuántas veces lloremos y juremos que este año si va a ser nuestro año, no importa cuántas veces lo publiquemos en Facebook, lo pongamos en el estado del What´s app o lo compartamos en Twitter, si no empezamos por ser y hacer lo que deseamos, tendremos otra hermosa época de muchos “intentos” pero de pocos resultados.
Porque por muy culebreros que pretendamos ser con el tema del destino, al final del año siempre habrá una dosis de frustración que nos recordará que podemos engañar a todo el mundo pero nunca a nosotros mismos.